martes, 14 de junio de 2011

Entre el Renacimiento y el Barroco: “La novela del curioso impertinente”, Quijote I, 33 a 35.
Cervantes y el mundo barroco español.
Las tres salidas de don Quijote. (1)




El nombre de “barroco”, atribuido al período artístico que se desarrolla en España desde fines del siglo XVI hasta bien entrado el siglo XVII bajo los reinados de Felipe II y Felipe III, fue ideado por los estudiosos del arte del siglo XIX. “Barroco” deriva de la palabra “berrueco” que, en los tiempos de Cervantes, significaba “perla imperfecta” en oposición a la perla “margarita”, la perla perfecta, digna de considerarse una piedra preciosa. Ya veremos cómo este juego entre la perfección renacentista y la imperfección barroca es trabajado por Cervantes en la figura de Camila, la protagonista de “La novela del curioso impertinente” incluida en el Quijote de 1605. Y, además, cómo Camila es contrafigura de Leonela y Anselmo, de Lotario. Anselmo es Letras y Lotario es Armas. Uno muere escribiendo, el otro, en el campo de batalla. El arte del período barroco se caracterizará por el juego de contrastes entre opuestos como estos personajes, la unión de los opuestos en lucha, la entrada en la literatura del concepto de lo Feo (opuesto al concepto de Belleza del Renacimiento), y también las ideas de lo monstruoso y lo imperfecto, la corrupción del cuerpo y la precariedad del poder terrenal ya que, a la hora de la muerte, tanto el rey como el campesino tendrán el mismo final, como se aprecia en el cuadro El triunfo de la Vanidad donde se lee In Ictu Oculi (En un abrir y cerrar de ojos) de Juan de Valdés Leal.



Los grandes temas desarrollados por los artistas del barroco son:

a) La vida como un peregrinaje difícil o como un laberinto. Retomando el mito del Minotauro de Creta caro a Ovidio, la vida es representada por los artistas del barroco como un camino hacia el centro del laberinto donde el hombre, como antes Teseo, debe matar al Monstruo para lograr su libertad. O, en otras palabras, debe morir a todos los aspectos monstruosos de su vida terrena para alcanzar el conocimiento de sí mismo, muriendo a los pecados capitales por medio de la práctica de las virtudes, tal como recomienda don Quijote. (Quijote, II, 8, 484) En “El curioso impertinente”, Lotario intentará disuadir a su amigo Anselmo de su propuesta de seducir a Camila para probar su integridad y honra diciéndole que al pedirle que realice esa prueba lo lleva por “… el laberinto donde has entrado y de donde quieres que yo te saque.” (Quijote, I, Cap. 23, 265-6) En el camino hacia el centro en la búsqueda de la verdad, alguien deberá morir.


b) La vida como un teatro donde el hombre representa un papel. Tema caro a Calderón de la Barca. El hombre es una marioneta manejada por los hilos del Destino que representa un personaje. En “El curioso impertinente”, el tema aparece claramente en la puesta en escena que Camila, Lotario y Leonela “montan” en la recámara para el espectador Anselmo: “Atentísimo había estado Anselmo a escuchar y a ver representar la tragedia de la muerte de su honra; la cual con tan estraños y eficaces afectos la representaron los personajes della, que pareció que se habían transformado en la misma verdad de lo que fingían.” (Quijote, I, Cap. 24, 279 a 285)



c) La vida como un sueño. La idea es que el hombre vive dormido y sueña su vida sin despertar de la ilusión. Un tema muy trabajado por Quevedo. Aparece en el Antiguo Testamento, libro de Job 14,12 y también en el Nuevo Testamento, en San Juan. Anselmo “vive” creyendo que Camila es su “margarita preciosa” (p. 285) pero todos sabemos que ella no es inmaculada y que, por oposición y contraste, Cervantes construye un personaje “manchado” y una perla “berrueca”, personaje caído en el pecado cuando ella pierde su virtud. Camila representa en su construcción a la obra de arte del barroco. Anselmo conocerá la realidad por el comentario de un ciudadano que viene de Florencia. La realidad lo enfrentará con su propia monstruosidad. El desenlace está preparado. El hombre que “despierta” del sueño debe “vivir” en la Verdad, pero Anselmo no puede y sólo le resta … escribir su confesión a Camila y perdonarla pero… (Quijote, I, Cap. 25, 291-2))



Miguel de Cervantes Saavedra publica la primera parte de su libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en 1605; la segunda parte de la obra aparecerá en 1615 bajo el título de El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha.
En la obra de Miguel de Cervantes se puede apreciar el pasaje de las ideas y la propuesta estética del Renacimiento a las del Barroco. Ya dijimos que la figura de Camila representa a la obra de arte del barroco. En realidad, la construcción del personaje de Camila permite apreciar el pasaje que realiza Cervantes de las ideas estéticas del Renacimiento a las del Barroco. En primer lugar, construirá a la dama como una esposa magnífica. Lotario la compara con el diamante, el armiño y las rosas de un jardín cerrado. Ella representa los tres reinos de la naturaleza. Pero, luego de su relación amorosa con Lotario, Anselmo la “piensa” para sí mismo como una “margarita preciosa” y todos nosotros sabemos que la construye por la negativa, por la oposición: Camila es una “perla imperfecta”. Con el personaje de Camila, Cervantes muestra el vaivén entre las dos vías de la ascética, a saber, la vía positiva de la Belleza o vía catafática y la vía negativa de la Monstruosidad o vía apofática. Sendas opuestas y complementarias. Son dos maneras de “ponerle el cuerpo” a la vida, aparentemente opuestas pero complementarias en Cervantes, son los dos caminos que don Quijote señala al hablar de los caballeros de corte y los caballeros andantes:

“… no todos los caballeros pueden ser cortesanos, ni todos los cortesanos pueden ni deben ser caballeros andantes; de todos ha de haber en el mundo y, aunque todos seamos caballeros, va mucha diferencia de los unos a los otros; porque los cortesanos, sin salir de sus aposentos ni de los umbrales de la corte, se pasean por todo el mundo mirando un mapa (…) pero nosotros, los caballeros andantes verdaderos, (…) medimos toda la tierra con nuestros propios pies; y no solamente conocemos los enemigos pintados sino en su mismo ser…” (Quijote, II, 6)

Don Quijote es, ante todo, un lector de libros de caballería que “vive” la ilusión de convertirse en caballero andante. Nuestro personaje debe abandonar la biblioteca y salir al camino porque ¿dónde se ha visto caballero andante encerrado en una biblioteca? El Quijote comienza cuando el personaje deja de leer para … vivir. Su experiencia de camino es un recorrido laberíntico hasta llegar al centro de sí mismo, al encuentro del conocimiento más difícil de alcanzar en este mundo: el conocimiento de sí mismo. Don Quijote es el seudónimo que adopta el personaje de este libro a lo largo de dos tomos y, solamente al final de la historia, cuando él despierta de la ilusión de la vida y dice su verdadero nombre, llega a la Verdad porque dice quién es: Alonso Quijano. La llegada al centro de sí mismo implica vencerse a sí mismo como enseña el cuadro de Los siete pecados capitales de El Bosco que Felipe II tenía en su recámara

“Yo tengo juicio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las caballerías. (…) Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de bueno. Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas todas las historias profanas del andante caballería; ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron haberlas leído; ya, por misericordia de Dios, escarmentando en cabeza propia, las abomino (…) “Yo fui loco, y ya soy cuerdo; fui don Quijote de la Mancha, y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano el bueno.” (2, 74, 864 y 865)

Don Quijote ha elegido poner los pies en la tierra y peregrinar en la búsqueda del conocimiento de sí mismo. Por eso es interesante reflexionar sobre los indicios y las repeticiones que ocurren en sus tres salidas: el lector atento “lee” que don Quijote atraviesa tres puertas. Esas tres puertas que atraviesa en cada una de sus tres salidas representan diferentes momentos de madurez interior del personaje que pugna por llegar a una Verdad, a Su Verdad, y salir de las sombras del sueño y la “ilusión” de la vida, de las “sombras caliginosas de la ignorancia”. Un antiguo refrán sentencia que “Donde una puerta se cierra otra se abre.” Mencionadas inmediatamente antes de cada una de las tres salidas que realiza el héroe cervantino, las puertas parecieran anticipar la experiencia de camino que espera al peregrino caballero. Muchos ritos de pasaje se simbolizan en las diversas culturas por medio de una puerta y el franquear una puerta alude a penetrar en otras condiciones de vida, es decir, en otro estado de conciencia. La puerta simboliza un lugar de pasaje entre dos estados, entre dos mundos, entre lo conocido y lo desconocido, el pasaje del dominio de lo profano al dominio sagrado. Son tres las puertas que separan a don Quijote del encuentro consigo mismo: la puerta falsa de un corral, la puerta amurada del aposento de sus libros y la puerta de su locura.

1. Primera salida: La puerta falsa de un corral
“Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo.”(Parte 1, Capítulo 2, p.29)

2. Segunda Salida: La puerta amurada del aposento de los libros
“Uno de los remedios que el cura y el barbero dieron, por entonces, para el mal de su amigo fue que le murasen y tapiasen el aposento de los libros, porque cuando se levantase no los hallase (quizá quitando la causa, cesaría el efeto), y que dijesen que un encantador se los había llevado, y el aposento y todo; y así fue hecho con mucha presteza. De allí a dos días se levantó don Quijote y, lo primero que hizo, fue a ver sus libros; y como no hallaba el aposento donde le había dejado, andaba de una en otra parte buscándole. Llegaba adonde solía tener la puerta y tentábala con las manos, y volvía y revolvía los ojos por todo, sin decir palabra; pero al cabo de una buena pieza , preguntó a su ama que hacia qué parte estaba el aposento de sus libros. El ama, que ya estaba bien advertida de lo que había de responder, le dijo:
-¿Qué aposento, o qué nada, busca vuestra merced? Ya no hay aposento ni libros en esta casa, porque todo se lo llevó el mesmo diablo. -No era diablo –replicó la sobrina-, sino un encantador que vino sobre una nube una noche, después del día que vuestra merced de aquí se partió, y apeándose de una sierpe en que venía caballero, entró aposento, y no sé en el lo que se hizo dentro, que a cabo de poca pieza salió volando por el tejado, y dejó la casa llena de humo; y cuando acordamos a mirar lo que dejaba hecho, no vimos libro ni aposento alguno…” (Parte 1, capítulo 7, p. 58)


3. Tercera Salida: La puerta de su locura
“-¿Qué es esto, señora ama? ¿Qué le ha acontecido, que parece que se le quiere arrancar el alma?
-No es nada, señor Sansón mío, sino que mi amo se sale; ¡sálese, sin duda!
-Y ¿por dónde se sale, señora? –preguntó Sansón-. ¿Hácele roto alguna parte de su cuerpo?
-No se sale –respondió ella- sino por la puerta de su locura.” (Parte 2, Capítulo 7, p. 475)


Don Quijote deja de ser un lector encerrado en la placidez de la biblioteca y decide convertirse en un caminante, un peregrino. El personaje pasa de concentrarse en los ojos y las manos que leen y sostienen un libro a sopesar el frío de la espada y sus ojos mirarán el camino por donde transitan sus pies. Pasa de la inmovilización a la movilización del cuerpo. De los libros a la espada. De la acogedora biblioteca a las inclemencias del camino. En los pies se concentra la representación del espíritu iniciático del ser humano; don Quijote, al abandonar el encierro de su biblioteca, deberá confrontar la realidad creada en su mente con la realidad del mundo exterior, avanzando en el ciclo de iniciación. O, en otras palabras, deberá comprender que allí donde están sus pies deben permanecer sus ojos y trabajar sus manos, para que la venta no sea castillo y los molinos de viento no se confundan con gigantes, comprensión que llegará recién con el desengaño final y la revelación de la identidad verdadera que preceden a su muerte. Y el camino emprendido será laberíntico porque el sendero lo conduce hacia un centro donde batallar contra el Monstruo que lo habita, como Teseo derrotó al Minotauro. Es un camino exterior pero también interior donde se conjugan la hazaña física y la hazaña espiritual según J. Campbell ya que se vence al Monstruo interior al doblegar los pecados capitales por medio del ejercicio de las Virtudes. Quizá sea ésta una de las ideas que hace del Quijote el libro más leído de la historia.

En esta búsqueda del conocimiento de sí mismo, don Quijote se concentra primeramente en los libros de su biblioteca, luego, en el mundo exterior donde se desarrolla la confrontación con la realidad y, por último, en su propio interior, donde encontrará la Verdad a partir de la confluencia de aquellas dos instancias de aprendizaje, aparentemente opuestas pero complementarias. Letras y armas, aprendizaje realizado en los libros y aprendizaje realizado en la experiencia del camino. Cervantes, como don Quijote, de profesión escritor y soldado. Habría un desplazamiento, desde la puerta del corral y por la puerta amurada de la biblioteca hasta llegar, finalmente, a “la puerta de su locura”, un pasaje del mundo de los nombres al de la acción, del mundo de la palabra escrita y leída al mundo de la experiencia. Don Quijote deja de leer libros para leer los indicios o las marcas de la experiencia de la vida. Ya nadie le contará historias: él las vivirá en carne propia. Don Quijote deja de soñar para conocerse a sí mismo y alcanzar la realidad. Deja de ser el personaje “don Quijote” para ser “Alonso Quijano”, el hombre.

Las citas del Quijote pertenecen a CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, fragmentos de la edición preparada por Celina de Cortázar e Isaías Lerner, 2 tomos, Buenos Aires, Huemul, 1983.


(1) Silvana Arena, "El camino de don Quijote en la búsqueda del conocimiento de sí mismo", en Actas del Congreso Internacional "El Quijote en Buenos Aires: lecturas cervantinas en el cuarto centenario", Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 2006.